En un momento de la historia donde la información sobreabunda, donde la productividad es sinónimo de evolución, donde la economía se volvió el valor principal para la supervivencia, donde la espiritualidad es confundida con religiosidad por sistemas de pensamientos sembrados que nos anclan siglos atrás y determinan poder para quienes dominan con dialéctica, donde las guerras (económicas, biológicas, psicológicas, religiosas y políticas) son normalizadas como parte del proceso “evolutivo” y la siembra continua de ideas que nos considera dependientes del sistema, como la de “no poder hacer nada en nuestra individualidad” , desprestigiando el poder que tiene cada ser para ejercer un cambio en su vida; se ha perdido perspectiva de las consecuencias que hoy vivimos como sociedad… la conexión humana, del uno con el otro, se ha perdido cada día más, en esa misma competencia de “sobrevivir”.
En este mismo momento de la historia, donde la humanidad pierde su esencia y deriva su responsabilidad en las máquinas y en quienes las manejan “por nuestro bienestar” bajo las corporaciones e instituciones, perdiendo la libertad de pensamiento, de expresión, de creación, de conexión con el espíritu. En este mismo momento donde dominan las masas no emancipadas de pensamiento con estructuras de comunicación sembrando el miedo y desinformación, el mismo momento histórico donde gran porcentaje de la población sufre de hambre y la producción de alimentos en el mundo supera la demanda total y se desperdicia, mismo momento donde encierran a la humanidad en sus casas y en sus dispositivos demostrando como prueba social el dominio que existe sobre la conciencia colectiva; es el mismo momento de la historia donde una minoría despierta encendiendo el fuego colectivo para recobrar lo que se ha perdido. Nuestra historia, nuestra conexión y la de nuestros antepasados, la comprensión y relación simbiótica que existe innegablemente con la naturaleza, la necesidad mutua que existe para vivir en balance.
Si todo lo anterior resuena con la comprensión de la realidad actual, ¿cómo darle más valor a las programaciones que nos sumergen en la dirección contraria a nuestra conexión interna? ¿Por qué dudar de la conexión que tienes con tu cuerpo y las sensaciones que te brindan bienestar?
En relación con estas consultas, es pertinente reflexionar en el papel que ha jugado un actor relevante a lo largo de nuestra historia, quien nos ha acompañado desde hace siglos en nuestro desarrollo como humanidad, el cannabis. Esta planta, considerada por antiguas tradiciones como sagrada, ayuda a abrir canales y percepciones que en estados “regulares” no se logran. Y digo “regulares”, porque a pesar de que hoy en día contemos con la información y herramientas (meditación, descanso, ejercicio, comida saludable, relaciones sanas, etc.), con la realidad que hoy impulsamos considerando la forma correcta, inconscientemente construimos hábitos a una vía contraria (desconexión), controversial y real…
Su consumo consciente y responsable, genera una alineación interna, energética, química, biológica y espiritual, que hoy la ciencia define como “regular la homeóstasis del cuerpo” o, en otras palabras, genera la sensación de bienestar (estar – bien); aliviando dolores, mejorando el sueño, protegiendo y generando nuevas conexiones neuronales, entre otros usos ya demostrados por la ciencia. La apertura de consciencia que genera sobre la existencia y dependencia con otros seres (plantas, animales, fungís, etc.), es otro proceso de reconexión que hoy en día se ha perdido por la alta industrialización donde prima la productividad y no el cuidado de nuestros recursos naturales y la interacción con nosotros mismos. El cultivarla implica disponer de energía en función de otro ser, el cual inevitablemente con su crecimiento traerá un proceso de limpieza en los aires (oxigeno) y en la tierra (metales pesados), para luego brindar salud y bienestar con sus flores… que casualidad…
Esta perspectiva abre los ojos de algunos desconectados que rompiendo paradigmas finalmente logran reconectar con su naturaleza. Aun así, hipócritamente segmentamos a la planta por el uso que le damos como humanidad, desconociendo su papel único y su interacción natural e idónea con nuestro cuerpo (sistema endocannabinoide) …
Comprensiones que comparto y que resultan de años en consulta continua con mi espíritu, alma y cuerpo; un descubrimiento en desarrollo constante y la apropiación de los mensajes que la naturaleza tiene para nuestras vidas, generando cambios de la percepción de nuestra realidad.
Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera… usarla en el proceso continuo de sanación, conocimiento y crecimiento interno, es finalmente una gran herramienta que nos entrega la misma naturaleza como respuesta a la reconexión que hoy como “seres humanos” estamos necesitando.
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Por: Germán Sánchez